martes, 11 de febrero de 2014

Razones por las que me fui (y algunas cosas bonitas).

Para ti, capullo. 

Siempre hubo flores, incluso cuando no había flores.
Me llenaste la vida de flores. La muerte de flores.
Trajiste margaritas de pétalos pares a mi entierro.
Deshojaste abril. 


Descubrí algunas cosas en aquellos años.

Uno recoge lo que siembra 
el otro. Es así. 
Tú siempre recogiste dudas. Tú siempre sembraste el pánico.
Pero siempre tuviste un campo de amapolas en el pelo.

Me fui porque septiembre decidió pegarse un tiro.Y el cielo se rompió en mi cabeza, y todo lo que siempre había sido naranja rojizo se volvió gris ceniza. 
Nunca estuvo tan bonita Troya como cuando ardía. Y después de verla arder me daba igual que cenizas quedasen.

Todos los caminos no llevan a Roma. 
Pero sí amor.
(Y joder, eso es lo que importa

- Bien, ya está. Ahora no tengo miedo de no saber a donde voy. -


Y después del amor...
 la motosierra.
Un día amaneció todo talado. Todo tarado.
Los árboles me dejaban ver todo el bosque.
Y no era un campo de amapolas lo de tu pelo.

Así que ya era después del amor...
Un campo de minas.

Amputé la última parte, y ahora sigo adelante. (A veces huele a metal fundido. No confundas olvidar rápido con olvidar a la cara).

Sonrío al recordarte, pero no eres quien yo recuerdo.

Y ya está, nada más. 
(Mucho más).

Que ya no sabías besarme.

Que el cielo estaba roto.

Que ya no nos quedaba pegamento.

Y que menos mal.

Las cosas bonitas, ya las sabes -risa triste-, son las de siempre: la calidez de cualquier tarde que recuerdes de cualquier invierno, los bancos que regalaban cosas, la anchura de tu espalda estrechando la tristeza, el eterno retorno en el punto de sonrisa cómplice, tus ojos.

(No puedes ver la luz porque la tienes dentro).

Sorprendentemente, tus ojos.

Y ojalá que lo único que hayas descubierto tú de todo esto sea  
que soy el cuervo más bonito que has criado en tu vida.