martes, 16 de agosto de 2016

Cerúleo.

La intimidad arrancada es un beso en la boca del estómago que, al darlo con los ojos cerrados, al final estampas en el escaparate de un Cash Converter (y sobre todo el a ver a quién le cuentas tú ahora eso sin que te ponga caras de mierda).
La gente te prometerá que no es para tanto; que ellos ya lo han vivido, que acabas olvidando. Pero enferma pensar que cualquiera coge, toca, araña o ve por dentro lo que es tuyo. Algunas personas simplemente te sonríen con esa tristeza cómplice (mis preferidas) y otras --alardeando de ayuda o, incluso, vocación-- con un rifle de plástico empiezan a apuntarte:

Cómo era. Qué pasó. Qué has perdido.

Cómo era. Qué pasó. Qué has perdido.

Cómo era. Qué pasó. Qué has perdido.

...

Era azul y era mío. Azul como Mallorca, azul de mierda, azul obsesión/zafiro, azul ser un desastre. Por si sirve de algo, estaba roto desde hace un tiempo, pero funcionaba. Tenía un planeta dentro. Era mío y era azul. Azul como arañazo, azul de porquería, azul hueco celeste.


Y he perdido un millón de cosas.

Un fin de semana en Tarragona y la voz de Hugo para siempre, ¿te parece poco? He perdido un secreto que nunca contaría a nadie, tres caídas, dos placajes, la única prueba de que existo un martes a las tres de la mañana, un escondrijo, un trofeo, mi primera confesión en la veintena, una tarde con Zahara en Malasaña, una historia sobre luces (que inventé), un Puente de Mayo hacia Terabitha, avisos de levántate, advertencias de para, ajustes de cuentas, una clave de acceso, un número importante, el ángulo que desacredita a Heráclito, el recetario de una abuela y el quid del amor de todos los últimos hijos del siglo xx.

Y estuve un 15 de agosto a las 2 de la tarde siguiendo al sol por carretera. Estuve en el asfalto. Metí la mano hasta lo líquido y lo incierto. Convertí mis ojos en canicas de todos los colores --a ver si así-- y rodé por sendas varias como una bola de esparto western. Miré en cada lado; incluso en la previa, incluso antes de la distancia y el espacio, en todo ánimo y rejilla, desde la primera fractura que se hizo tatuaje hasta la separación definitiva que nos desconvirtió en Pangea. Seguí huellas parecidas. Sudé en Budapest. Renuncié a una cosa en Tailandia. Removí arenas estáticas. Soñé que volvía a verle. Rastreé el recinto, Palenzuela, una playa, tres kilómetros. Palpé en mi propio cuerpo un fantasma miembro fantasma. Desperté convencida de haber llegado. He llegado a conformarme con la tiza. He esperado grandes colas y pistas en lugares hostiles. Cromaticé la electricidad y me he roto las rodillas.

He buscado en todas partes, te lo juro
y no he encontrado en ningún sitio
mi puto móvil.




2 comentarios:

  1. Con razón quería tu madre que escribieses un blog!
    Cada día me alucinas más

    ResponderEliminar
  2. Con razón quería tu madre que escribieses un blog!
    Cada día me alucinas más

    ResponderEliminar